¿Quién no se ha mirado
alguna vez al espejo y ha visto en uno de sus orificios nasales un moco
asomado?
Si tu respuesta es no,
sólo decirte que mirarte sin gafas, borracho y/o drogado no cuenta.
Y entonces ocurre:
1. Vergüenza.
Lo
primero que haces es pensar ¿desde cuándo lo tengo? Y ¿Quién me lo habrá visto?
Estas
cuestiones son muy importantes, ya que a más tiempo, más personas habrán visto
a tu amigo diciendo ¡hola!
2. Indignación.
Porque
tras la vergüenza te preguntas ¿por qué nadie ha sido capaz de decirme que
tengo un invitado sorpresa?
Hay quien aunque no te
avisa, como para actor no ha nacido, se te queda mirando la nariz fijamente, y
entonces piensas, o me mira la nariz por no mirarme las tetas, o tengo un moco.
Me voy a inclinar por el moco.
Y comienzas
disimuladamente a rascarte la nariz, un toquecito, rotación, un dedo en cada
orificio, le sueltas eso de “uff que me pica la nariz” (pero tú sigue mirando
mi moco capullo). Y finalmente te suenas, esperando que el susodicho amigo por
fin sea parte del pasado.
Como a mí no me gusta
pasear un moco innecesariamente, me gusta que me digan si tengo uno, por tanto
cuando le veo a alguien uno también se lo digo. Con los años me he dado cuenta
que la gente te mira con cara de enfado si lo haces. Estupendo, te libro de
hacer el ridículo por la calle y al final la mala soy yo. ¿Qué hago? Pues desde
hace tiempo, si le veo un moco a alguien (que conozco y me cae bien, los demás
que se busquen la vida oye) le doy un pañuelo, y cada uno que lo interprete
como quiera.
P.D.1: Muchas
veces es el sonarnos la nariz lo que nos lleva a que nos aparezcan amigos
indeseados, y es que nos cogen cariño y les cuesta dejarnos ir. Mi consejo es
que tras una sonada os miréis en un espejo.
P.D.2: Mirar un
moco fijamente no lo hace desaparecer, como deberías haberte dado cuenta ya.
0 comentarios:
Publicar un comentario