
Las primeras palabras de mi novio fueron: cariño, búscate la
vida, pero la maleta solo puede pesar 23 kilos, y me refiero tanto a la ida
como a la vuelta. Yo automáticamente pensé, cuando llene la mía siempre podré
guardar más cosas en la tuya (esta conversación la tuve conmigo misma, cuanta
menos información tenga él mejor).
Nuestro avión salía de Madrid a las 9:30 a.m., recuerdo que mi novio me
despertó a las 5:30 a.m., que yo esa hora sé que existe porque lo dicen en la
tele. Cuando salí a la calle no podía creerme que hubiera gente (algunos
corrían y no para salvar la vida o volver a acostarse), que soy andaluza coño. Lo
sé, lo quiero mucho, es la única explicación que le encuentro.
Cuando cogimos el cercanías para llegar al aeropuerto, ¡sorpresa!,
te clavan 1€ más simplemente por ir allí. Que cachondos son los madrileños,
para que luego digan que la gracia está en el sur.
Pues bien, una vez llegamos a Barajas (sobre las 7:15 a.m.)
procedimos a facturar el equipaje. Mi novio me miraba con cara de: solo tenías
que meter menos de 23 kilos, era lo único que tenías que hacer. Pues bien, el
peso de esta era solo de 19 kilos, reto superado. Pero la alegría duró poco, al
comprobar las pantallas y ver que nuestro vuelo sufría retraso gracias a la
huelga que había en Francia.
Debido a que cuando me levanté no era persona, ni siquiera
llegaba a caminante de The walking dead, decidimos hacer tiempo desayunando.
Recuerdo perfectamente como pedimos, un donuts, un café y un
nesquik (sí amigos, yo soy de nesquik) y ese camarero soltó por su boquita 5,40€.
Yo por inercia levanté las manos y solté: cariño levanta las manos que nos
están atracando. El camarero solo levantó una ceja, lo de mi novio fue peor, le
pagó.
Una vez terminamos el desayuno, decidimos esperar en la zona
de embarque.
Soy de esas personas que cuando ven en las tiendas las zonas
donde están instalados los dispositivos de seguridad piensa “voy a pitar”, y
luego no ocurre nada, pero no tuve tanta suerte con el arco de seguridad. La primera
vez que pité me hicieron volver a pasar por el arco, la segunda me hicieron
quitarme los zapatos, y a la tercera me cachearon. Y ¿dónde estaba mientras mi
novio? Pues manteniendo una prudencial distancia de seguridad de unos 5 metros.
Cuando por fin nos sentamos en la zona de espera estaba
hasta el **** del aeropuerto.
Entonces mi novio decidió ir al baño y yo pensé, que pena,
después de todo lo que ha pagado por un chupito de café y lo va a mear ya.
Y entonces llega una familia con sus 5 hijos y proceden a
rodearme, la madre era la típica que te mira esperando que le sonrías y le
digas ¡oh que monos son todos!, yo las veces que uso esa frase lo hago en
sentido literal. Total, que por salud mental decidí buscarme un rincón lo más
alejado que pude.
Finalmente a las 11:30 a.m. nos llamaron a embarcar.
Recuerdo que lo primero que pensé nada más sentarme era que
por fin me alegraba de ser bajita, porque desde luego quien diseña los asientos
no piensa en la gente alta.
Iba sentada junto a la ventanilla, y no podía dejar de
hacer fotos y hablar (cosa rara en mí, pues normalmente soy una persona muy
callada). Y entonces el avión comenzó a moverse por la pista y a despegar.
Recuerdo que entonces le dije a mi novio, ¿no te asusta
pensar que una simple paloma por el hecho de volar tendría más posibilidades de
vivir que nosotros si esto se cae? ¿Y si empiezan a salir muchas nubes y tapan
todo y el piloto no es capaz de ver el aeropuerto? Entonces dejé de mirar por
la ventanilla y me volví, porque noté que me dejaba de circular la sangre por
el brazo de lo fuerte que me agarraba mi novio, y este me dijo: cariño, es en
momentos como este cuando olvido por qué te quiero.
Recuerdo que iba a contestarle cuando pasó una azafata,
perdón, auxiliar de vuelo, con un carrito ofreciendo comida y bebida. La chica
era muy amable, me ofreció agua, coca-cola, patatas, cacahuetes..., y cuando iba a
decirle lo que quería mi novio le dice, no quiere nada gracias. Me quedé como:
eh, ¿perdona? ¿Qué no quiero nada?.
Y cuando ya me disponía a decirle lo que quería, me soltó,
cariño no es gratis, ¿QUÉ NO ES GRATIS? Sinceramente para mí, eso es jugar con
la ilusión de la gente. Así que como bien dijo mi novio, no quise nada. Pensé en
el chupito café, que si ya costó un riñón en tierra, por una coca-cola en el
aire íbamos a flipar.
Y finalmente en apenas 2 horas llegamos a París. Cuando aterrizamos
nos esperaba un autobús en la terminal que nos llevó al aeropuerto, y nos
dispusimos a recoger nuestras maletas. Esas que por lo que descubrí acaban
saliendo justo cuando tu mente empieza a pensar que te la han perdido, porque todo el mundo la tiene menos tú.
Y procedimos a pasarnos 5 días en París, pero eso es ya otra
historia.
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