Get me outta here!

martes, 26 de noviembre de 2013

La zapatilla, las pelusas y la cama…de momento.

Anoche se me metió una zapatilla bajo la cama, no llegaba con el pie y la di por perdida, apenas tenía una semana.

Ahora los remordimientos me corroen. ¿Se la comerán las pelusas? ¿Me comerá ella a mí por no intentar salvarla? ¿Le tengo que dar de comer?

En estos días hemos compartido momentos íntimos, ella ha estado conmigo en el baño y claro eso une.

Como todos sabemos debajo de la cama vive un ejército pelusil que sobrevive a cualquier cosa. Mi miedo es que la cojan como rehén y desvele mis puntos débiles. Pero claro lo mismo le prometen una buena vida: no ser pisada nunca más, ser la única de su modelo que aceptarán…y claro yo contra eso no puedo competir.

Voy a asomar a su compañera bajo la cama para ver si ocurre algo, estaban unidas, a veces las encontraba muy juntitas.


PD: Veremos que pasa…seguiré informando. 
PD2: Ahora me acuerdo de mi madre, cuando se cansaba de perseguirme con la zapatilla me decía: ya te sentarás a la mesa ya… Que lista era, así nunca perdía ninguna la jodía.  

lunes, 18 de noviembre de 2013

Todo sería más fácil comiendo menos…

Estoy en la puerta del super, no quiero entrar, pero al parecer mi cuerpo se empeña en seguir comiendo todos los días así que finalmente no me queda más remedio. Entro y…que alegría, todos han tenido la misma idea de venir a la misma hora, no quepo en mí de gozo.

Lo primero es dejar el carro, (no os fieis de dejarlo sin atar que la gente se lo lleva, sí amigos, no os podéis fiar de nadie), son 50 céntimos, mierda no tengo, suelto solo tengo 1€, me acerco a la cajera y le pido cambio, vale, carro atado, ahora a coger otro para ir metiendo la compra. ¿Cómo? Ahora en este tengo que poner 1€, otra vez a la cajera, ella me mira como diciendo “todo esto ya deberías saberlo”, y yo pienso “luego no elijo tu caja”.
Ahora soy la poseedora de un carro, o lo que es lo mismo, un arma. Difícil es conseguir uno sin que tenga un puñetero tique, trozo de lechuga, plástico o derivados.

Yo sigo pensando que hay mucho imbécil que conduce un coche, pues un carro de supermercado no os quiero ni contar, que no te piden ni carnet.

Una vez armada procedo a inspeccionar el campo de batalla e intentar salir indemne de él. Mi plan es dividirme por secciones en lugar de dar vueltas sin sentido como creo que hace la mayoría, así terminaré antes. Que ilusa sigo siendo.

Tengo una lista, anillo también, pero en el super lo importante es tener “la lista”. 
Procedo a ir metiendo todo los artículos apuntados, de pronto llego a un pasillo donde dos cestas me impiden el paso, sus dueñas hablan entre ellas ajenas…los cojones, saben perfectamente que por ahí no pasa ni una pelusa, pero te ignoran, porque al parecer ellas lo valen y tú no.
Me sale la vena simpática, así que metiendo el pie entre las cestas digo “me dejan pasar verdad?”. Ante sendas miradas de odio prosigo mi camino.

Próxima parada los congelados, saco la manta que traía camuflada y me arropo. Y con el cinturón me ato al carro, pues de lo contrario uno de estos días me caigo dentro de una nevera. En verano voy con una cuchara y rebeca por si me caigo en la de los helados que no me pille desprevenida.

Voy a coger el atún cuando una anciana que parece desvalida pasa por mi lado sin miramiento alguno y me da en el tobillo con el carro, ante mi pequeño quejido me mira y suelta “hija hay que ponerse en un lado”, aunque mi primera reacción es soltarle una enorme palabra malsonante me muerdo la lengua, a ella le queda menos de vida así que solo sonrío.

Es entonces cuando llego a los zumos, los han cambiado y ahora el que yo tengo que coger está en el estante más alto y al fondo, ya que se han ido llevando los primeros. Y es aquí donde tendría que proceder a sacar las cuerdas, el mosquetón, el casco, los guantes…e irme de escalada. Porque claro esas personas que pasan a tu alrededor y ven que no llegas lo único que hacen es pasar más despacio esperando ver si te metes un guantazo contra el suelo o si se te cae encima el tetrabrik.
Pero como esto no es la primera vez que me pasa saco del carro lo que previamente he cogido en otro pasillo, lo que yo llamo la “barra-salchichón” y que utilizo como palo para acercarme los alimentos de estantes superiores. La gente me mira raro, pero prefiero eso a que me de el maldito tetrabrik en la cabeza.

Hora de ir a la caja, cuando enfilo hacia ella pasan junto a mi gente que minutos antes parecían estar hibernando, pero ahora milagrosamente han vuelto a cobrar vida. Tras descartar la caja de mi “amiga” observo las demás, y es aquí queridos lectores donde me voy a permitir daros un consejo. 
La caja ideal es aquella compuesta por solteros treintañeros, estos suelen ir con cestas, son ordenados, sacan los productos con precisión, tienen la cartera localizada y guardan los productos con celeridad.

Hay que evitar a toda costa la compuesta por ancianos, te hablan o ponen caras para producirte lástima y que los dejes pasar antes porque tienen prisa o no pueden estar mucho tiempo de pie, pero una vez conseguido su objetivo la vida parece regalarles el tiempo que antes no tenían y se ponen a hablar con la cajera, a buscar el dinero que ahora parece más perdido que Lobato en una convención de peluquería, y su tiempo no, pero el tuyo ves como se escapa mientras meten los productos en la bolsa.

También hay que evitar a las familias con niños pequeños, mientras su maravilloso papá o mamá se dedica a relacionarse con el móvil e ir poniendo los productos en  la caja a velocidad caracol, el angelito o en el peor de los casos angelitos, se dedicará a revolotear precisamente lo más cerca de ti, mientras produce unos alaridos que su padre/madre ya tiene totalmente obviado.

Pero sinceramente al final entrará en juego Murphy, y comprobaré como la caja que elegí porque en un principio era la más rápida ahora pasa a ser la más lenta.

Cuando finalmente consigo poner todos los artículos en la caja, a la cajera le da por pasar todos mis productos a velocidad Vettel, yo mientras me pregunto “¿lo meto en el carro para luego hacer el traspaso a mi otro carro, o voy por mi carro y meto los productos directamente en él?”, pero da igual, porque mientras pensaba esto la cajera ya ha pasado todos los artículos y me dice son X€.

Sí, compruebo que cuando ella quiere sabe pasar los artículos rápido, pero esa es la cuestión, cuando quiere…
Pues ahora soy yo la que decide “querer” hacer esperar a la gente, así que voy por mi carrito, y voy metiendo los artículos en él, aquí es cuando me alegro de mis horas invertidas en el Tetris, y cuando apenas me faltan 2 artículos procedo a pagar. Mientras la amable cajera me da el cambio saco una bolsa del carro y meto lo que queda, sí amigos, también me traigo las bolsas de casa. Y con mi carro lleno, y mi bolsa, salgo por fin del supermercado. Pero la vida hace que dentro de poco vuelva. Pero eso no lo pienso al salir o me pondría a llorar…


PD: Si el infierno se parece en algo al supermercado sí que tengo miedo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Y que seamos la especie dominante…

Estoy en esos días en los que el papel higiénico es mi mejor amigo. En los que aunque no esté triste me lloran los ojos, apenas escucho, moqueo y hablo como si barrio sésamo me tuviera en plantilla. Si amigos, estoy resfriada.

El cuerpo, ese gran aliado, mientras permanezco en posición vertical me permite respirar (no sin cierta dificultad) por la nariz, pero, es adoptar la horizontalidad y mis fosas nasales tienen menos movimiento que el aeropuerto de Castellón. Por ahí no pasa ni un matojo rodante.

Cuando la nariz decide dejarme respirar, me sueno, me sueno, me su…asusto, me asusto porque no sé de dónde sale tanto moco, es imposible que esa pequeña cueva contenga tantos. Eso sí que sirve para guardar cosas y no el bolsillo de Doraemon.
Pero el pequeño aire que consigue entrar en mis pulmones lo hace de forma sibilante. Creo que con un poco de práctica consigo reproducir la famosa canción del oeste.

Entonces entra en juego mi doctora particular, mi madre. La que me da pañuelos mentolados, sonarme con eso es igual a respirar aire del polo. Ahora es cuando la nariz me duele, cosa que antes no. Se me enrojecen los ojos y dos enormes lagrimones salen de mis ojos. Diagnóstico de la doctora: te estás curando.

Durante estos días tomo más caldos calientes que en los otros 362 restantes.

Dormir mientras estoy resfriada sí que es una odisea y no la de Homero.

Cuando finalmente he conseguido una posición medio tolerable, tengo agarrado a mi amigo el papel, estoy tapada hasta los ojos dejando una pequeña rendija de ventilación (muy pequeña pues uno de mis grandes miedos es tragarme un bicho mientras el maldito resfriado me obliga a respirar con la boca abierta, y mi doctora se niega a hacer guardia en la silla mientras yo duermo, lo sé, intolerable) es cuando al hacer un recuento de todo descubro que se me ha olvidado el maldito vaso de agua, y lo necesito, porque en unas horas mi garganta estará más seca que cierto conducto de la Duquesa de Alba.

Comer o hablar se convierten en deportes de riesgo, pues debes controlar los tiempos para poder respirar.

Lo más divertido que puedo hacer en estos días es practicar tiros libres con la papelera, y ya si quiero emociones fuertes, los triples.


PD: probar a cantar canciones con esa maravillosa voz de resfriado, yo por unos días me siento Pitingo versionando canciones. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Dormir…eso que parece tan fácil.

A la mayoría de nosotros nos encanta, pero en ocasiones dormir se convierte en una verdadera odisea…

Durante el verano es el calor lo que nos impide conciliar el sueño con facilidad. Puedes dormir desnudo/a pero si hace mucho calor no te sirve de nada, comienzas a sudar, a dar vueltas, el ventilador solo mueve aire caliente, y si pones el aire acondicionado ¡vivan los resfriados!

Pero la parte divertida de dormir en verano llega cuando abres la ventana. Los grandes sonidos que nos llegan desde el exterior son realmente “especiales”. Tenemos a los que se pelean, los coches y sus pitidos, acelerones, los que celebran fiestas en sus casas, las ferias…

Una de las tácticas usadas para intentar combatir el calor es la rotación, parece ser que hay quien piensa (sí vale, yo lo hago) que si duermes con la cabeza donde antes tenías los pies puedes pasar menos calor.
Y la única solución que te queda es repetir el calor que hace, lo que sudas y lo que te gustaría que llegue el invierno hasta quedarte dormido/a.

Comienza a refrescar, la ventana ya permanece cerrada, pero no hace el suficiente frío como para llegar a taparte del todo, es ese tiempo durante el cual, la sábana permanece a tu lado, para cuando a medianoche te despiertes porque te ha dado un poco de “fresco” te tapes. Y es muy divertido, porque cuando te acuestas no hace frío, pero sí que lo hace luego, y no es más que para que te despiertes para taparte.

Y llega el invierno, y por fin crees que podrás dormir, porque claro ya no pasarás calor, ni frío ni…JA es entonces cuando al moverte durante el sueño (hay personas que no mueven un solo pelo, yo los llamo los probadores, son aquellos que hacen las pruebas para vivir dentro de los ataúdes) comienza a entrar el aire por los huecos y vuelta a estar despierto/a.

Pero llega más frío, y pones en la cama las famosas sábanas de pirineo, esas que son una verdadera arma de secuestro. Mientras no te muevas todo irá bien, en el momento que comienzas a girar hacia un lado u otro, tu pijama comienza a enrollarse entre tus piernas, la sábana se agarra con fuerza a la tela del pijama, y la sensación de que tú eres espinete y tu cama un enorme velcro gigante va tomando forma.

Y si eres de los que duerme sin pijama en invierno, meterte en la cama es tan gratificante…

Pero el verdadero orgasmo del sueño es dormir en pareja.

En verano lo de dormir abrazados es simplemente “ni de coña”, en invierno es “obligatorio” y durante el entretiempo “opcional”.

PD: una de las cosas más divertidas una vez que has conseguido conciliar el sueño es despertarte porque se te ha montado un tendón.